Sin duda, hablar de Mónaco es hablar de Grace Kelly. La actriz estadounidense que dejó el cine para convertirse en princesa ha dejado una huella imborrable en el devenir de este Principado. El glamour que acompañó la vida real monegasca desde su llegada a Mónaco continúa presente hoy en día en el ambiente, en sus calles, en sus celebraciones, en sus museos, en la moda, en sus gentes y en sus siempre espectaculares yates fondeados en los puertos.
Muchos son los rincones, placas y monumentos que llevan su nombre como homenaje a todo un mito que transformó un diminuto peñasco de la Costa Azul en enclave estratégico y cobijo de multimillonarios y celebridades llegadas desde todos los lugares del mundo gracias a sus vínculos con la meca del cine. Tal es la huella que ha dejado, que el próximo año 2018 se abrirá al público el hogar donde creció la artista, en Filadelfia, convertido ahora en la Fundación Princesa Grace y una extensión del centro cultural Princess Grace Irish Library.
Y es que Mónaco destila lujo por los cuatro costados. A pesar de su tamaño -es el segundo país más pequeño del mundo-, visitar Mónaco significa adentrarse en un mundo en el que los excesos y derroches están a la orden del día. Y responsable de ello fue la princesa Grace. Una historia construida de retazos de Grace La historia actual del Príncipado de Mónaco está construida de retazos de Grace Kelly. Basta echar la mirada atrás, cuando un 19 de abril de 1956 contraía matrimonio con Rainiero III de Mónaco, convirtiéndose en la princesa consorte del microestado europeo. Este acontecimiento marcaría el devenir de Mónaco para siempre.
La glamurosa ceremonia, que se celebró en la Catedral de San Nicolás de Mónaco, fue seguida por televisión por más de 30 millones de personas. Aunque en un principio la boda no fue del beneplácito de todos, poco a poco la princesa Grace fue ganándose el cariño de la ciudadanía monegasca. Su estilo, clase y elegancia marcó tendencia y Mónaco creció económicamente gracias al turismo y a la llegada de fortunas e inversiones. Otro de los acontecimientos que ha marcado el devenir del Principado de Mónaco ha sido el nacimiento de los tres hijos del matrimonio formado por Rainiero y Grace, especialmente el de Alberto, al asegurar la sucesión en el pequeño Principado.
Los tres hijos de Grace han heredado su belleza y estilo, continuando con el legado que les dejó su madre. Muere Grace, nace la leyenda Pero si la vida de Grace Kelly fue un cuento de hadas, su trágica muerte propició su leyenda. El 14 de septiembre de 1982, cuando contaba con 53 años, sufría un accidente de tráfico que terminaba con su vida. Ríos de tinta se han escrito acerca de este accidente, debido a las incertidumbres que se despejaron de él. De hecho, según informaba la prensa en aquel entonces, no estaba claro quién conducía el volante, si ella o su hija Estefanía, que contaba con 17 años de edad. Todo parece indicar que el suceso tuvo lugar en una de las sinuosas curvas de una carretera del Principado, perdiendo el coche el control, cayendo por un terraplén e incendiándose posteriormente. Aunque en un principio se dijo que la princesa Grace había sufrido graves heridas, lo cierto es que ese mismo día sufriría una hemorragia cerebral que acabaría con su vida. Con su muerte, lejos de acabarse su popularidad se acrecentaba, y todavía hoy los monegascos le rinden homenaje llevando flores frescas a su tumba, en el interior de la catedral que la vio convertirse en princesa. Arrolladora personalidad
En el año 2007, Mónaco acogía una gran exposición a Grace Kelly y su comisario, Fréderic Miterrand, decía de ella “La princesa Grace fue muchas cosas, como corresponde a uno de los grandes iconos femeninos del siglo XX…
Ella tuvo la elegancia de una joven afortunada que encarnaba el sueño americano; la elegancia de una modelo de las revistas más sofisticadas y las comedias sentimentales que expresaban el optimismo de la posguerra; la elegancia y el glamour de Hollywood en tecnicolor; la elegancia de una princesa de las más antiguas dinastías de Europa; la elegancia de una madre inquebrantable y soberana consagrada a los suyos; la elegancia de una reserva sonriente que fascinaba a los medios con su estilo de vida ultrasensible y poético, con una parte de misterio; elegancia de la belleza y encanto juvenil; elegancia de una época que todos recordamos con nostalgia…»